domingo, 20 de noviembre de 2011

Oh noche, asiste



Oh noche, asiste a tus estrellas solitarias
cuando parecen caer de tu árbol infinito
como heridas naranjas que remonta el otoño inclemente
y arde el estío en incendios de rosa y cigarra.
Ven desde tus sombrías órbitas sin pupilas,
desde tu oscura soledad alterna
con la lira sumida en ofertorios,
en extremo delirio de un cántico sin pausa.
Reconócelas, madre de cosas antiguas, presérvalas de olvido
que azota con un látigo invisible los caballos del sol a mediodía
cuando en el lugar de cada estrella se encabritan los delfines azules
y una mentida luz nos niega el cielo verdadero donde estás
sentada y lloras.
Rescátalas del día, de la cárdena luna,
de los nombres que el tiempo les inscribe en los mapas
-¡oh Aldebarán, oh Rígel, desnuda Casiopea!-
¡hay que maduren lentas para el hombre lejano
que cantará algún día sin tan tristes palabras!
Alza más firme tu árbol
para anidar sus sueños cadenciosos y verdes.
¡Oh mariposa magna, ten contigo
tanta estrella cayendo con luces paulatinas!
Tenlas allá, retén sus naranjas celestes
que hasta mi ardida cara declinan un aroma
de soledad ansiosa,
¡oh llamada ciega de la noche!

Julio Cortázar

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